Dado que el terrorismo es un modo de violencia política y no un fin o una ideología en sí mismo, su relación con la democracia es muy compleja. Aunque en los países totalitarios el fenómeno es reprimido y silenciado, en los países democráticos el terrorismo debería ser una manifestación poco frecuente; es cierto no obstante que no se han visto libres de esta eventualidad. Las democracias se enfrentan siempre a la disyuntiva de mantener las libertades civiles que las legitiman, exponiéndose a perder efectividad en la lucha contra la violencia, o bien disminuirlas aumentando la eficacia pero perdiendo la legitimidad que da la libertad política.
Las democracias se enfrentan al terrorismo mediante una legislación apropiada, que ha de ser complementada en el frente judicial y con una eficaz actuación policial. El rechazo de la sociedad así como el consenso político en la lucha antiterrorista y el aislamiento de sus grupos de apoyo, junto con una colaboración internacional efectiva, son también elementos fundamentales.
En España, a nivel interno, han venido produciéndose diversos “acuerdos” entre partidos políticos que pretenden mostrar un consenso y una unidad política frente a la amenaza terrorista. Pueden destacarse:
La sociedad también ha manifestado su rechazo al terrorismo a través de múltiples acciones, manifestaciones y protestas. Mediante asociaciones cívicas, plataformas e iniciativas ciudadanas, el pueblo manifiesta su repulsa al terrorismo y su apoyo a sus víctimas.